El Adiós de Buddha
DESPUÉS de permanecer cuanto quiso en la arboleda de Ambapali, el Bendecido fue a Beluva, cerca de Vesali. Allí se encontró con los hermanos de su Orden y les dijo: “¡Oh! Mendicantes, prepárense para enfrentar la estación de lluvias haciéndose de un domicilio cerca de Vesali, cada uno según el lugar en donde sus amigos y compañeros cercanos puedan vivir. Yo esperaré la estación de lluvias aquí en Beluva.”
Mientras el Amado Maestro esperaba por la estación de lluvias agudos dolores, síntomas de una enfermedad calamitosa y mortal, cayeron sobre Él. Pero el Bendecido, en completo dominio de sí mismo y su mente, padeció sus dolencias sin queja alguna. Entonces el Bendecido pensó: “No estaría bien si me retiro de la vida sin hablar con mis discípulos y sin pedir licencia de la Orden. Así que por un severo esfuerzo de voluntad someteré esta enfermedad, y permaneceré con vida hasta que el tiempo asignado se haya completado.” Entonces el Bendecido por un supremo esfuerzo de voluntad sometió su enfermedad y permaneció con vida esperando que el tiempo indicado se agotara. Por lo que la enfermedad disminuyó.
Así, el Bendecido comenzó a recuperarse; y cuando estuvo totalmente liberado de la enfermedad, salió del monasterio y se sentó fuera en un asiento apartado al aire libre. Entonces fue cuando el venerable Ananda, acompañado de otros varios discípulos, se acercó hasta donde el Bendecido se encontraba, saludándolo, y tomando respetuosamente asiento junto a él, dijo: “Me he percatado Señor de que estuvo enfermo y de cuánto tuvo que sufrir. Y pensando sobre su enfermedad, mi cuerpo llegó a ser tan débil como un fardo, y el horizonte llegó a parecerme inexistente, y mis facultades se tornaron poco claras, a pesar de que obtuve un cierto alivio al pensar que el Bendecido no se marcharía de la existencia hasta que al menos no hubiera dejado algunas instrucciones para la Orden.”
El Bendecido habló con Ananda en función de toda la Orden , y dijo: “¿Ananda, que espera la Orden de mí? He predicado la verdad sin hacer ninguna distinción entre la doctrina esotérica y la exotérica, revelándolas por igual; pues en honor a la verdad, Ananda, el Tathagata no ha tenido el puño cerrado como el instructor común que tras de éste mantiene algunas cosas ocultas.
“Seguramente, Ananda, deben existir algunos que piensen que “debo ser yo quien guíe a la Orden ”, o que dado que “ la Orden es dependiente de mí”, debo dejar instrucciones sobre las materias referentes a la Orden. Sin embargo Ananda, el Tathagatha (el Iluminado) piensa que no es Él quien debe guiar a la Hermandad , y que Ésta no debiera depender de Él. Siendo así, ¿cómo podría ser que el Tathagata dejara instrucciones sobre cualquier asunto de la Orden ?
“Ahora soy Viejo, ¡Oh! Ananda, y lleno de años; mi viaje está dibujando ya su último recodo, he alcanzado la suma de mis días, me encuentro alrededor de los 80 años. Así como una carroza destartalada se mueve con mucha dificultad, así el cuerpo del Tathagata puede tan sólo continuar moviéndose con mucho cuidado adicional. Ananda, ahora tan sólo cuando dejando de atender cualquier cosa externa, el Tathagata se sumerge en la devota meditación del corazón que carece de cualquier objeto corpóreo, Su cuerpo puede descansar.
“Por lo tanto, ¡Oh! Ananda, sean lámparas para ustedes mismos. Confíen en ustedes mismos, y no dependan de ayuda alguna externa. Sostengan a la verdad como lámpara. Busquen la salvación tan sólo en la verdad. No busquen asistencia en nadie más que en ustedes mismos.”
“Y, ¿Cómo, Ananda, puede un hermano ser una lámpara para sí mismo, confiando en sí solamente sin depender de ayuda externa, sosteniendo la verdad como su única lámpara y buscando la salvación tan sólo en la verdad, sin buscar ayuda de nadie más que de sí mismo?
¡Oh! Ananda, permítele a este hermano, enfocarse en el cuerpo para que ahora que aún es vigoroso, pensante y atento, pueda, mientras todavía existe en el mundo, superar la aflicción que surge de su anhelante cuerpo. Permítele enfocarse ahora en las sensaciones, para que mientras todavía es vigoroso, pensante y atento, pueda superar la aflicción que surge de las mismas. Y permítele también, que mientras piense o razone, o sienta, pueda observar sus pensamientos que siendo tan fuertes, profundos y plenos como puedan serlo, le permitan mientras existe en el mundo, superar la aflicción que surge de los anhelos por las ideas, los razonamientos o las sensaciones.
“¡Tan sólo aquellos, que ahora o después de mi transición, sean lámparas para sí mismos, confiando tan sólo en sí mismos y no en cualquier ayuda externa, sosteniendo a la verdad como su lámpara, y buscando su salvación solamente en ella, sin buscar asistencia más allá de sí mismos, tan sólo esos, Ananda, entre todos mis bhikkhus (monjes), serán los que alcancen las alturas más sublimes! Pero deben estar ansiosos por aprender”.
Último Sermón del Buda
Todo lo compuesto se descompone.
Todo lo que está sujeto a partes,
eventualmente se desarma.
Yo estoy atravesando un proceso natural.
¡Sean lámparas para con ustedes mismos!